golpear a mi esposa
Salmos Capítulo 11:1
En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, Que escape al monte cual ave?
Salmos Capítulo 11:2
Porque he aquí, los malos tienden el arco, Disponen sus saetas sobre la cuerda, Para asaetear en oculto a los rectos de corazón.
Salmos Capítulo 11:3
Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?
Salmos Capítulo 11:4
Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.
Salmos Capítulo 11:5
Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.
Salmos Capítulo 11:6
Sobre los malos hará llover calamidades; Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.
Salmos Capítulo 11:7
Porque Jehová es justo, y ama la justicia; El hombre recto mirará su rostro.
Efesios Capítulo 5:28
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Efesios Capítulo 5:29
Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
Colosenses Capítulo 3:19
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
1 Timoteo Capítulo 2:12
Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
1 Timoteo Capítulo 3:3
no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
1 Pedro Capítulo 3:7
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
2 Pedro Capítulo 3:15
Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,
2 Pedro Capítulo 3:16
casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición.